El mundo ve con asombro e indignación el drama de los incendios forestales en el Amazonas, esta catástrofe ecológica, que excede las fronteras brasileñas, tiene como principal causa la deforestación. Según los distintos organismos que investigan el Amazonas, los culpables de estos incendios fueron los propios agricultores y ganaderos. Ellos son los que prenden fuego a grandes extensiones de tierra para poder cultivar o lograr espacios y pasturas para el ganado vacuno. Lo que ocurre “allá” debe hacernos reflexionar sobre lo que ocurre “acá” y preguntarnos ¿por casa como andamos?.
Según estudios realizados en la Provincia de Santa Fe en donde se encuentra incluida la Costa Santafesina, principalmente la zona de islas, la situación es alarmante, en sólo 80 años Santa Fe perdió el 82 % de sus bosques nativos, un proceso feroz originado en la expansión sin control de la frontera agropecuaria y ganadera en una de las zonas con tierras más ricas del país.
El fuerte desequilibrio ecosistémico que generó semejante mutilación del capital natural de la región se expresa hoy en inundaciones inéditas y erosión de los suelos.
“Santa Fe pasó de tener casi seis millones de hectáreas de bosques en 1935 a apenas 840 mil en 2002, según datos generados por los censos nacionales agropecuarios realizados desde Nación en esos años”, señalan desde el área de Recursos Naturales del gobierno provincial.
La Fundación Vida Silvestre, reveló que el presupuesto nacional prevé 550 millones de pesos para la preservación de los bosques nativos, apenas el 6.5 por ciento de lo estipulado por la propia ley nacional de bosques, estos datos ratifican que la NO defensa del bosque nativo es una lamentable política de Estado nacional, entre 2010 y 2017, los bosques recibieron 2.481 millones de pesos en vez de 27.440 millones, un 9 por ciento de lo estipulado por la norma.
En Santa Fe existen desde hace 10 años 663 mil hectáreas protegidas o catalogadas como “rojas”, donde la tala está prohibida, un territorio que comprende sobre todo el valle de inundación del río Paraná y que representa el 5 por ciento de la superficie total de la provincia.
Además, existe 1,2 millón de hectáreas que están en zona “amarilla”, donde también está prohibida la tala pero se autoriza un uso sustentable del recurso, siempre que no haya modificaciones en el uso del suelo.
A diferencia de lo que pasa en otras jurisdicciones, en Santa Fe no hay áreas bajo la categoría verde (la más permisiva), lo que se explica por la enorme pérdida de bosques de los últimos 80 años. “Perdimos el 82 por ciento de los bosques desde 1935 y eso repercute en lo que pasa en la provincia respecto a inundaciones, pérdida de fertilidad del suelo y problemas en la dinámica hídrica, todo derivado del cambio en el uso del suelo”.
Los pastizales naturales del sur de la provincia corrieron igual suerte que los bosques y fueron reemplazados por cultivos, principalmente soja: “Si el pastizal evotranspiraba 10 meses al año, un cultivo evotranspira 3 meses, lo que genera un gran excedente hídrico que hace subir las napas” explican los científicos.
Para muchos, la defensa de los bosques es un lujo que un país que necesita crecer no puede darse. Y aunque se trata de una visión completamente errada, no es fácil cambiar ese preconcepto tanto de productores como de profesionales, formados durante décadas en paradigmas ciento por ciento productivistas. Se encuentra mucha resistencia por parte de los agricultores como de los ganaderos, y también con que faltan profesionales con ese perfil de manejo de bosques nativos.
El drama de los incendios forestales en el Amazonas, el drama ecológico que nos desgarra el alma, quizás sea el punto de inflexión para que entendamos los que nos ocurre y lo que nos puede pasar en el futuro…Pero estamos en Argentina, en Santa Fe y todo puede pasar.