El irupé (Victoria cruziana), una de las plantas acuáticas más grandes del mundo y de extraordinaria belleza, cargada de mitos, creencias y leyendas, puede ser vista a lo largo de todo el Corredor Turístico de la Costa Santafesina. Su belleza y sus características la hacen un atractivo turístico más, para toda la región. ¿Qué tanto sabemos de ella?.
La NINFÁCEA (de la familia de las plantas acuáticas) más grande del mundo despliega toda su belleza en la zona de la costa Santafesina. El IRUPÉ, que en lengua guaraní significa “PLATO DE AGUA”, aludiendo así a la forma de sus hojas, a diferencia de otras zonas de climas tropicales donde se la puede ver durante todo el año, en esta región del Paraná, solo se la puede apreciar entre diciembre y mayo. Los primeros pimpollos del irupé aparecen en febrero y este asombroso espectáculo de la naturaleza logra su máximo esplendor en mayo donde atrae a turistas y amantes de la flora autóctona.
Esta es un excelente época del año para llegar hasta donde están los IRUPÉ, debido a que la altura del río Paraná permite el ingreso de embarcaciones menores (piraguas) hasta esas lagunas de aguas claras donde crecen, en un ambiente natural y privilegiado, donde hay muchas especies de animales migratorias como el sábalo o el águila pescadora y de especies que sufren diferentes grados de amenazas como el lobito de río o el carpincho.
Carasterísticas
El IRUPÉ es una planta acuática endémica muy presente en la cuenca de los ríos Paraná y Paraguay, su flor es de unos 40 centímetros de diámetro, de dulce fragancia y permanece abierta durante el día. Al retirarse la luz, se cierra y se sumerge en el agua hasta el amanecer. El fruto del irupé es comestible y los indios guaraníes lo bautizaron, luego de tostarlas “maíz de agua”.
Sus grandes hojas redondas pueden llegar a medir hasta 2 metros de diámetro y están dotadas de un reborde perpendicular de hasta 15 cm de alto. Este borde impide el ingreso del agua, lo que le permite sostener grandes pesos, haciéndole honor a su denominación de “plato”. Debido a estas singularidades, es común ver aves y pequeños mamíferos reposando sobre sus hojas.
La parte superior de las hojas es de un verde brillante, mientras la inferior, que está en contacto con el agua, es rojiza y está surcada por una red de nervaduras llenas de espinas. Las hojas están sostenidas por un largo peciolo (tronco) que las une a un rizoma o tallo sumergido que se ancla a la tierra.
La Leyenda del Irupé
Una famosa leyenda guaraní relata que un día mientras paseaban por la orilla del río Paraná, Morotí (la hija de un cacique) arrojó su brazalete para que Pitá (el guerrero más valiente de la tribu) lo rescatara. Ambos se amaban con devoción.
Pronto se lanzó al agua el indio enamorado, pero no volvió a surgir de ella. Impulsada por el hechicero de la tribu, Morotí se sumergió también, buscando entre las aguas el cuerpo de su amado.
Pasaron las horas y ninguno de los dos volvió a la vida. Pero al amanecer vieron los indios flotar sobre aquellas aguas una flor extraña en la que el hechicero reconoció a la bella Morotí en los pétalos blancos y al intrépido Pitá, en los pétalos rojos. Era las almas de los amantes, encarnada en la flor del irupé.
Este hermoso espectáculo, donde el mes de mayo es el mejor momento del año para que la gente pueda realizar una visita a estos lugares mágicos donde crecen, ya sea en piragua, kayaks, lanchas o canoas, Los visitantes recogen las semillas de irupé que flotan como arvejas en el río, para embellecer estanques o espejos de agua en sus propiedades, y poder llevarse un poco de la maravillosa Costa Santafesina.