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La Costa

El Río Paraná Se Queda Sin Agua, La Niña, la Mano del Hombre. Agua, Energía y Economía. Peces en Extinción

*Por Rodolfo Chisleanschi 

No llueve. Y si llueve, lo hace con tanta timidez que no alcanza para compensar una espera que comenzó en junio de 2019 y dos años después se ha convertido en una preocupación mayúscula. La cuenca de los ríos Paraná-Plata padece desde entonces una sequía con efectos que se evidencian a primera vista y consecuencias que nadie se atreve a predecir.

El Paraná, eje central de una cuenca que cubre casi tres millones de kilómetros cuadrados, se encuentra en un estado que asombra a quienes viven a sus orillas y alarma a los científicos. De punta a punta de su trayecto —3940 kilómetros que nacen en las sierras del sureste brasileño y desembocan en la Argentina a las puertas de la ciudad de Buenos Aires, luego de bañar también las tierras de Paraguay—, el nivel de las aguas muestran un descenso pocas veces visto con anterioridad. “En cuanto a los tiempos de duración, es la bajante (el descenso) más importante que se tenga registro”, señala Gustavo D’Alessandro, presidente del Consejo Hídrico Federal argentino. “La de 1944 fue la más marcada, porque se llegó a medir -0,80 metros de altura en el puerto de Barranqueras, en Chaco, pero si la situación se mantiene, en octubre podríamos superarla y llegar a -1,35 metros”, dice D’Alessandro, sin ocultar la cifra que con la sola mención produce escalofríos.

El Paraná tiene un caudal medio de 16 000 metros cúbicos por segundo en tiempos normales (actualmente no supera los 7000), la dinámica del Paraná posee una variabilidad natural que origina ciclos de sequías e inundaciones que pueden ser anuales pero también abarcar décadas enteras.

LA NIÑA Y LAS ACTIVIDADES HUMANAS

Juan Burós es ingeniero civil y subgerente del área de Sistemas de Información y Alerta Hidrológico en el Instituto Nacional del Agua (INA) y asegura que “En 1944 la vulnerabilidad era menor, porque alrededor del Paraná vivía mucho menos gente. Desde entonces hasta ahora hubo cambios notorios: hoy la economía argentina depende del Paraná mucho más que hace 78 años. El corrimiento (ampliación) de la frontera agrícola ha sido muy marcado, y este cambio de uso del suelo potencia los extremos de bajantes y crecidas”, explica.

Las causas que están provocando la situación actual es un tema de discusión latente entre la comunidad científica que estudia el fenómeno. “Son muchas cuestiones de distintas magnitudes que se van sumando”, indica Cecilia Reeves, bióloga integrante del área Humedales para la Vida en Taller Ecologista, una organización socioambiental con sede en Rosario, la ciudad de mayor tamaño a orillas del río. “La bajante llega porque hay menos lluvias en toda la cuenca, desde Brasil hasta el Río de la Plata, un fenómeno climatológico derivado del evento La Niña que se declaró en agosto de 2020”, sostiene Reeves, pero agrega: “Los que estudian el cambio climático dicen que esto es parte de ese cambio; otros aseguran que no. Es cierto que el grado creciente de deforestación y los incendios en la Amazonía hacen que la selva transpire menos y no se formen los llamados ‘ríos voladores‘ que originan lluvias, pero tampoco se puede trazar una línea directa de causa-efecto en relación a la bajante”.

Como muestra del disenso, Burós relativiza la trascendencia que pueda tener La Niña “Cuando se declaró oficialmente La Niña nosotros ya llevábamos cinco meses de bajante. En nuestra región esos fenómenos pegan si son intensos. Ahora son flojos o tibios y las perspectivas futuras indican neutralidad o una Niña suave. Entiendo que los forzantes (causas) locales tienen aquí más importancia que los globales”, sostiene.

Por eso Gustavo D’Alessandro hace hincapié en las mano del hombre. El Paraná es desde hace muchos años un cauce multifragmentado por las represas (solo en territorio brasileño hay 20) y la intervención humana a través de obras de infraestructura o el dragado permanente para facilitar el tráfico fluvial. “Para construir el puente Rosario-Victoria hubo que crear terraplenes y modificar el curso del río”, recuerda Cecilia Reeves, “Ese tipo de acciones que alteran la tipología del sistema lo dejan más vulnerable ante nuevas actividades. El valle de inundación queda más expuesto y toda su estructura biótica sufre las consecuencias”.

 “La variabilidad climática está muy potenciada respecto a décadas anteriores (…) y lo que cabe esperar son cambios cada vez más bruscos. Tenemos que acostumbrarnos y estar preparados a enfrentar los dos extremos porque nos van a jaquear de manera permanente”, subraya Juan Borús sin dejar lugar a dudas.

AGUA, ENERGÍA Y ECONOMÍA EN ALERTA

Guillermo Lanfranco es gerente de comunicación de Aguas Santafesinas, la empresa encargada de potabilizar el líquido que se extrae del Paraná y algunos de sus afluentes, y conoce de primera mano una de las consecuencias más notables que pueden padecer los habitantes de las riberas si este descenso se acentúa en los próximos meses. “Hoy las bombas de succión trabajan forzadas, con mucha presión mecánica para mantener la oferta necesaria, pero si el nivel del río disminuye todavía más es posible que debamos ajustarla. Nunca habíamos vivido una situación así”.

La energía eléctrica que provee la  luz presenta también sus propios problemas. Si bien en los últimos días de julio los responsables de la central eléctrica de Itaipú, ubicada en el límite de Paraguay y Brasil a pocos kilómetros de la triple frontera con Argentina, garantizaron la provisión de energía pese a que el nivel del embalse se encuentra por debajo de sus límites históricos, nadie puede afirmar que la situación pueda alterarse dentro de unos meses si la primavera no trae las anheladas lluvias. “Las represas de la cuenca alta están funcionando al 35 % de su capacidad, y la de Yaciretá (más al sur, entre Paraguay y Argentina), en torno a un 50 %. Si no llueve podríamos tener inconvenientes con la provisión de electricidad”, alerta Gustavo D’Alessandro.

La caída en los niveles de la cuenca, por otra parte, ya está perjudicando la economía. El 85 por ciento de las exportaciones argentinas salen en grandes barcos desde los puertos del Paraná Inferior, por donde también se marchan el 73 por ciento de las exportaciones paraguayas y el 20 por ciento de las bolivianas. La Bolsa de Comercio de Rosario estima en 315 millones de dólares las pérdidas generadas por la situación entre marzo y agosto de este año, que se suman a los 240 millones acumulados en 2020. El motivo es que los buques deben reducir la carga en sus bodegas en cantidades que oscilan entre las 6000 y las 10 000 toneladas para evitar encallarse.

LOS PECES y LA FAUNA LOS MÁS AFECTADOS

Con todo, nada resulta más peligroso que el daño ambiental que ya está produciendo este descenso significativo en la cuenca. La fauna ictícola es la que recibe el impacto directo. “Las especies adaptadas al humedal ven alterado su medio y se ven obligadas a migrar o buscarse la vida de otra manera. Los peces pierden las áreas donde desovan y en otros casos los huevos y alevines (crías de peces) quedan expuestos a depredadores. En el largo plazo, esto reducirá las poblaciones”, resume la bióloga Cecilia Reeves. “Desde 2015 no hay una gran inundación que genere el estímulo y el espacio de cría de peces que después mantenga la población hasta el siguiente ciclo de lluvias. Si el estado actual continúa, el grupo de peces más extraído vivirá una situación crítica”, abunda Andrés Sciara, docente e investigador de la Universidad de Rosario, en el ya citado documental Bajo Río.

El sábalo (Prochilodus lineatus), la tararira (Hoplias malabaricus), el dorado (Salminus brasiliensis), la boga (Leporinus obtusidens) o el pacú(Piaractus mesopotamicus) son esas especies que están en riesgo y a los que en algunos sectores del río se intenta proteger con la veda de su pesca.

“En algún momento el agua volverá”, dice convencida Reeves, “Pero la gran pregunta es saber qué haremos mientras tanto con la inversión inmobiliaria, los endicamientos (formación artificial de diques en los cauces de un río) para la explotación agroganadera o el dragado del cauce. Todo esto es muy importante para la recuperación. El valle de inundación es parte del río y si no lo cuidamos habrá problemas. Esta bajante deja muy en evidencia la interdependencia entre las sociedades y los sistemas que habitamos”, agrega.

Las lluvias que suelen ser de unos 1800 milímetros de agua al año en el área brasileña han disminuido a menos de la mitad, el agua del bravío Paraná va desapareciendo un poco más cada día y hoy por hoy nadie es capaz de asegurar que volverá a ser lo que era.

*Periodista de Mongabay, Periodismo Ambiental Independiente

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